viernes, noviembre 09, 2007

MARX


El exceso de piedad no es

bueno; no hay excesos buenos.

La champaña, el tabaco, la madera

rotunda y noble de las vetustas

sillas londinenses, la filosofía

en su época final. Y la luz

cobarde que se va apenas se ve

a sí misma, reinando, monarca

sobre la ciudad, llena de mierda de perros

y vacilantes hangurrientos; nada

de esto debe cumplir el pecado

de excederse –ya que alguien

siempre debe pagar. Y ya no es hora

de tiesas efigies barbudas, sangrantes,

nerviosamente clavadas sobre las paredes húmedas

por los inviernos más crueles.

Hay barrios enteros de estas ciudades

al sur del mundo ardiendo salvajemente

por una persistente, destilada piedad, excedida

de toda cuota honrosa. Una sola alma

ya es todo un mundo; ni un dios

en el más áureo de sus apogeos tendría

un abrazo capaz de la más leve

paternidad. Son malas épocas. Tan sólo

fantasmas se sentirían a gusto

en casas tan frías. Deja ya el lápiz,

duerme.

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