sábado, junio 27, 2009

SOBRE 34, DE C. FAÚNDEZ


Conozco desde hace una buena cantidad de años a Claudio Faúndez (Valparaíso, 1973) (C. Faúndez, en su nombre de autor), y me es imposible olvidar Playa Ancha –como paisaje humano más que como imagen detenida- en el instante en que tengo que dar cuenta de 34 (Valparaíso: Ed. Cataclismo, 2008), poemario en que celebra ese número de años, si es que de una celebración se trata. Y esto porque Playa Ancha, más que cerro o sector, casi una ciudad asociada al puerto de Valparaíso, sigue siendo un ejemplo cotidiano de esas realidades que se nos han estado escapando de la literatura desde que pueblo pasó a ser de nuevo una simple palabra –y una mala palabra. A pesar de ciertos intentos risibles de convertirla en patrimonio literario (incluyendo el bautizar a Pezoa Véliz como porteño y playanchino), Playa Ancha está muy lejos de entrar a la moda patrimonial o literaria: en lo cotidiano la vida no se deja atrapar por museologías y transcurre tomando y olvidando las ocasionales victorias y las más comunes derrotas cotidianas en una ciudad que sufre desde hace décadas la absoluta escasez de puestos laborales, así como miserias más actuales como la pasta base o los funcionarios que se pasean impunes con el botín ganado en los últimos años a través de una corrupción desesperante. Esto, por supuesto, es tan iletaturizable como el lento paso de la tarde y la noche: habría que estar ahí para saberlo –donde la gente vive: más arriba de la Universidad de Playa Ancha, claro, que no nos dirá nada sobre esto.

El clima de una casa cercana a uno de los cementerios más lúgubres que uno pueda imaginarse –más o menos oculta en una quebrada de fuerte humedad- daría una noción más precisa; pero claro, habría que estar ahí. El imaginario de Faúndez logra llevarnos a la presencia de un transcurrir del tiempo más allá de los acontecimientos –el acontecimiento acá se da, a lo más, en la visita de un par de amigos del poema la mosca, en que la conciencia del hablante termina alejándose hacia la expresión de una nueva experiencia de encierro. En el encierro de un insecto parece expresarse el absurdo de cualquier noción de espacio externo o cualquier utilidad de la visita: situación que rememora a Kafka, y precisamente desde el ambiente de transcurso cerrado e impasible del tiempo que su narrativa expresa.

Pienso en narrativa, porque en general la voluntad narrativa aplasta en estos textos cualquier lirismo. En la tomadura de pelo de la desesperación de quien desea escribir un poema de forma perfecta se ve claramente el deseo de exterminar cualquier punto de fuga en la poética de Faúndez, restando a la vida y a la muerte cualquier sentido de trascendencia. Lo lúgubre se presenta suavizado por la frialdad del oficio de testigo: el trabajo de la carnicería –la trivial y breve presentación de los empleados y sus instrumentos- podría verse como la imagen de esa actividad de frío registro, en que la atención sobre lo cotidiano desplaza definitivamente cualquier carga emocional sobre el material tratado.

Sería sencillo lograr este clima si se obviara completamente la presencia de lo trágico, mas Faúndez sí lo hace aparecer. La clave de esta presencia se da en jirones: la inquietante figura de un farol, la muerte de una madre, la nostalgia de la época de la inocencia. Lo interesante del tratamiento de Faúndez es la aparente sencillez al relevar estos hechos trágicos a un segundo plano, dejando a la vista el paso del tiempo o la banalidad (pienso en libro de poemas, por ejemplo) como el sustento de la imagen poética.

La base es sin duda un sentido de prolongada contemplación, que no busca revelaciones, sino que la sola experiencia del transcurso. Esta pura melancolía es el clima dominante de los textos, y hasta la sencilla y oscura presentación externa del poemario tiende a confirmar esta percepción. El hablante, como habitante de lo trágico, no es capaz de ver el hecho trágico en su totalidad, habitando permanentemente el momento vacío del pasmo, la indiferencia tras la lucha contra la necesidad. La salida a ese pasmo paralizante se presenta en el pleno sumergirse en esa penumbra nocturna: para salir de la noche servirá un fósforo sostenido por dos dedos agusanados, como expresan los versos que cierran el libro.

34 tiene la dimensión breve de un libro de anticipo, que espera un desarrollo más amplio. Aunque, como muestra de la voluntad poética de Faúndez, es de gran contundencia. Si bien aún se puede ver el aspecto oscuro y denso de los cuentos de El Silencio –Manuscritos para los Suicidas del Mañana (Valparaíso: Ed. La Bruja, 2000), la escritura poética tiene características propias y definidas: la formación de imágenes poéticas compactas y el sentido de una cierta musicalidad trunca de gran fuerza y originalidad le dan a Faúndez pleno derecho de ciudadanía poética en un Valparaíso en que la poesía de la melancolía (piénsese en Juan Cameron, Ennio Moltedo o el también playanchino Álvaro Báez) tiene y seguirá teniendo una poderosa presencia.

jueves, junio 11, 2009

FURIA DEL LIBRO: EN VILLAVICENCIO 323


Una ocasión imperdible.

19 de junio

20:00 hrs. Noche de apertura de la Furia del Libro

Recital con los poetas: Germán Gana, Galo Ghigliotto, Pablo Paredes, Gladys Mendía, Gustavo Barrera, Ángel Valdebenito, Edson Pizarro, Elvira Hernández, Alejandra Fritz.

Música en vivo.

20 de Junio

11:45 Lanzamiento de Nuevo curso de Mecanografía. Diego Alamos. Ediciones Luciérnaga.

12:30 Lanzamiento de Jaunesse 1. Carlos Henrickson. Alquimia Ediciones.

13:45 Lectura Gustavo Barrera, Alejandra Fritz, Elvira Hernández y Edson Pizarro. Ripio ediciones.

14:30 Lanzamiento Antología Nunca Nunca. Clara Quero y Cristina Bravo. Microeditorial Lingua Quiltra.

16:00 Conversación y lectura entre: Juan Pablo Sutherland, Pedro Lemebel y Felipe Rivas; en torno a Literatura, Política y Género.

17:00 Conversación y lectura con José Angel Cuevas.

17:45 Conversación y lectura con Patricia Espinosa y Roberto García.

18:30 Lanzamiento Epew-Fabula. Nuevo Imaginario visual de la poesía Mapuche. Piedra de Sol Ediciones.

19:15 Recital de Poesía y Narrativa actual:
Jaime Huenún, Felipe Moncada, Tomás Browne, Felipe Becerra, Lucas Costa, Enrique Winter, Víctor Quezada.

20:00 Performance “Putas para Huidobro”. Eli Neira.

20:30 Lanzamiento de Segunda Serie Poetas del Puerto. Rabiosamente Independientes.

21:00 Música Electrónica Experimental.

21 de Junio


11:30 Presentación de las leyendas The lanterns of Pillan y When the moai walked (Lectura de leyendas chilenas en inglés, apoyo de imágenes a través de power-point. Amapola Editores.

12:15 Cuentacuentos Infantiles. Eva Passig.

12:45 Leyendas chilenas adaptadas por el equipo Amapola Editores.

13:15 Presentación del libro A la sombra, Encuentro Lit. en el recinto penitenciario femenino. Alquimia Ediciones.

14:00 Lanzamiento de Lenta. Alexia Caratazos. Alquimia Ediciones.

14:45 Muestra de Videopoesía, Varios autores.

15:00 Lanzamiento de Revistas Literarias: Los Poetas del 5, Contrafuerte, Cuadernos Quiltros N1, La Piedra de la Locura.

15:45 Lanzamiento de Los Perplejos. Cynthia Rimsky y Lanzamiento de Colección Reserva, Ricardo Loebell. Sangría Editora.

16:00 Conversación y lectura con Rafael Rubio.

16:45 Recital de Poesía y Narrativa:
César Cabello, Juan Pablo Pereira, C. Faúndez, Julieta Marchant, Marcos Arcaya, Guido Arroyo, Diego Ramírez.

17:00 Lectura Poética: Héctor Hernández Montecinos, Carolina Vega, Leonardo Quezada, Rodrigo Romero-Flores, Cristian Moyano, Yeko Aguilera.

17:45 Proyección de documental “Señales de Ruta”, de Tevo Díaz, sobre el Poeta Juan Luis Martínez.

18:15 Presentación Los Cantos Ocultos. Antología indígena Latinoamericana. Jaime Huenún.

19:00 Conversación y lectura con Carmen Berenguer. Organiza: Catapulta Libros.

19: 45 Presentación de Editorial Mansalva de Argentina, conversan el director de la editorial Francisco Garamona, y el crítico del diario El Mercurio, Pedro Pablo Guerrero.

20:30 Presentación del libro “Sobre la ausencia” de Carlos Droguett, y exhibición de video del autor. Presenta: Roberto Contreras Organiza: Lanzallamas Libros.




Entre las editoriales participantes se encuentran:

Puntociego Ediciones
Ediciones Cataclismo
Lanzallamas Libros
Ortiga Ediciones
Microeditorial Lingua Quiltra
Rabiosamente Independientes
Canita Cartonera
Das Kapital Ediciones
Ediciones del Temple
Corriente Alterna
Puerto de Escape Editores
Replica Mag
La Piedra de la Locura
Editorial Fuga
Ripio Ediciones
Sangría Editora
Revista Contrafuerte
Piedra de Sol Ediciones
Ediciones Luciérnaga
Revista Los Poetas del 5
Mythica Ediciones
Amapola Editores
Editorial Gog y Magog (Argentina)
Vox Ediciones (Argentina)
Editorial Mansalva (Argentina)
El niño Stanton Ediciones (Argentina)
Editorial Black & Vermelho (Argentina)
Editorial Zignos (Perú)

viernes, junio 05, 2009

IN MEMORIAM SERGIO RAMÓN FUENTEALBA


La lucha por la promoción y difusión de la cultura es, sin duda, una de las guerras –así de extremo, así de difícil- más largas de nuestra humanidad. No me refiero a la cultura en sentido amplio –lo que todos hacemos a toda hora, la forma en que vemos el mundo-, sino a esa vuelta dialéctica que nos hace ver todo eso que hacemos bajo la luz de un segundo momento, así como volver a ver el mundo tal como es. Ésta es la base que moldea nuestra ética personal y social, ésta es la condición única para ver el mundo como quisiéramos que fuera. Por esto el sentido ético y político de todo quehacer cultural permanece en un primerísimo plano para nosotros, los que metemos la vida en eso, a pesar del persistente blanqueo del concepto de cultura que quieren hacernos tragar –y así entregar las preguntas y las respuestas fundamentales a los administradores burocráticos de la vida social, a los moldeadores de una humanidad sorda y ciega.

Es, sin duda, una vocación, algo imperioso. Eso se me viene a la mente cuando me acuerdo de Sergio Ramón, y en especial considerando que colaboré con él en las publicaciones que realizaba junto con su esposa, Cecilia Zúñiga. Si bien aprendí de muchos lo que concierne al arte y la cultura en cuanto creación, fue con Sergio Ramón de quien aprendí lo imperioso de la vocación de la difusión cultural, y en su aspecto más real y palpable. Ya ni recuerdo en cuantos de esos libros trabajamos (¿10, 15?), sabiendo que si bien no correspondían a la vistosa presentación de las escasas publicaciones que aparecían en Concepción, su interés inmediato les hacía imprescindibles. Las entrevistas a escritores y artistas de nivel nacional e internacional que duraban un día en el diario de esa ciudad de mala memoria pueden prestar hoy ese testimonio: el oficio de Sergio Ramón lucía ahí la precisión de ese verdadero periodismo cultural, atento, consciente y pleno de sentido, que hace rato viene escaseando –y las crónicas sobre el Concepción de las buenas épocas demostraban en él el estilo ágil y agudo de quien más que nostalgia tenía el sentido de celebración de lo que significaba vivir en el entorno cultural floreciente que algunos hubiéramos querido que volviera a ser la ciudad.

Dejo aparte el tema de las publicaciones literarias, y eso porque ahí me corresponde hablar en sentido personalísimo. Cuando estaba recién intentando mis primeros esbozos literarios –irresponsablemente (como siempre debiera suceder en la primera publicación) editados en Ediciones Etcétera por Tulio Mendoza-, me tocó encarar por primera vez una entrevista, en el edificio del diario El Sur de calle Freire. Fue Sergio Ramón quien me hizo aparecer en una nota para la Gaceta, como “el benjamín” de la literatura penquista (¿el 91, el 92?). Miro hacia atrás, y gran parte de lo que estimo el deber de prestar una atención seria a los autores más jóvenes, al mismo tiempo en que se considera la trayectoria más larga de los consagrados, viene de ese gesto suyo, que revela no tan sólo la mente amplia sino el alma grande. Eso escasea, y este verbo me viene demasiadas veces a la cabeza cuando se trata de la pérdida de Sergio Ramón. No es extraño, entonces, que surgiera una amistad y la colaboración en las publicaciones, una de las cuales fue mi segundo libro, Y si vieras la Mañana, de cuentos y poemas, el año 98.

La amistad de Sergio Ramón es otra cosa que extraño. Con el tiempo veo que las conversaciones entrañaba cierta sabiduría difícil de hallar en estos tiempos: saber aprender que en la vida del arte y la cultura (así como en la cotidiana) no había gente perfecta y que todos los ideales pasaban por esa humanidad –llena de pequeñeces y de limitaciones- para realizarse. El extremo escepticismo con respecto a las múltiples promesas que traía la cultura en épocas de “transición” y la necesidad del reconocimiento del quehacer cultural real son cosas que aprendí en esas conversaciones.

Correspondió además la amistad común con Tagore Biram, en cuyos libros, publicados por Sergio Ramón, yo trabajé como editor. Esa solidaridad efectiva, compartida por muy pocos (pienso en Omar Lara, en Fernando Vásquez, en el Taller Mano de Obra y en otros que me olvido), significó otra muestra de un deber cumplido, deber que nadie ordena que se haga, pero es necesario hacerlo. Desde ese tiempo aprendí que sobre la rabia y el dolor hay que construir, y construir alegremente. Ese sentido profundo del compromiso, a mil kilómetros del habitual compromiso político de la boca hacia fuera, solamente lo podría haber comprendido en casa de Sergio Ramón, celebrando o recordando penas junto a él y su familia.

La última vez que anduve en Tomé fui a la antigua casa y no le encontré, me arrepiento ahora de no haber hecho algún otro esfuerzo. Ya nos veremos, después.