miércoles, diciembre 15, 2021

PANFLETO ODIOSO ACERCA DE STALINGRADO

Yo no vengo con grandes esperanzas
ni a hacer cantos de loa al Frente Amplio,
ni a dar la bienvenida a la concerta,
este poema es sobre Stalingrado.

Y cierto es que los tiempos pasan
y el nombre del capitán tiene mala prensa,
pero qué diablos, si a mi mente llega
la pólvora, la bala a la sien, los cabrones revolcándose en el barro gélido de Stalingrado.

No podré leer este poema desde un hotel frente al mar,
no podré esperar leerlo mientras perfectos caballeros
se hunden en la silla calculando cómo seducir a las chicas con versitos,
no es el lugar ni la ocasión para mi poema de Stalingrado.

No estará en la vitrina de la librería junto a Mi Lucha,
no será parte de su libertad de pensamiento, de su cultura, de su arte,
de su debate libre y democrático,
no hay nada libre en mi poema de Stalingrado.

No tendrá oídos ni lengua para sabios de la tribu,
no guardará en sí ni suelo ni sangre ni origen,
no incluirá nada que no se pueda ver ni palpar,
oh qué gran ateísmo es mi poema a Stalingrado.

No hay espacio en mi panfleto para nada:
cómo meter los 2 millones quinientos mil soviéticos muertos acá,
cómo meter a esa gente que no leía siquiera los quejidos de la Ajmátova,
que con suerte escucharon la Marcha a la Izquierda de Mayakovsky en la radio antes de partir a morir a Stalingrado.

Y este poema no da para eso, hay poco tiempo,
y quién se preocupa de las lindezas literarias a estas alturas,
hay miles preocupados de la conspiración judía-liberal-masónica-progresista-materialista,
y su espíritu bello y puro no viene bien con este pobre panfleto a Stalingrado.

Por eso acá no cabe su espíritu, su sangre pura ni sus buenas intenciones,
ni su amor por lo bello, lo bueno y la flor de loto y la armonía universal y la prístina Abya-Yala, el perfecto equilibrio magnético de sus personas, su libertad esencial,
en este poema a lo más hay humo, sangre y pólvora, millones de cruces de hierro apiladas, tiros a la cabeza de los oficiales y médicos y paramédicos, todos esos hijos de la raza superior gélidos revolcándose entre el heroico hielo barroso de Rusia,
su bello tropezón de atleta olímpico de cabeza contra el muro de los obreros y campesinos analfabetos de Stalingrado, donde a los nazis ya una vez les volamos

(perdonando los presentes la licencia poética de ocupar malas palabras y metáforas tan poco poéticas)

la raja.

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