domingo, octubre 19, 2014

FIN DE AÑO


  Réquiem


1

Se siente morir -entonces
vivir es imposible. No es
complejo cuando se corrompe
-bajo una luminosa necesidad-
aquello lejano: la carne ajena.

Para eso está el deber: sólo
para eso está el deber, la exigencia,
sacarse de encima el olor del carbono
sin la magia -la única magia-, el cáncer
que reproduce y da el aliento.

Pero ahora no hay cómo escapar.
La gata blanca quiere ir hacia ti,
tiene frio. Debería haberse
enfriado ella sola en el patio, pero
ni siquiera le dejaron eso.

Ahora se vacía, lentamente,
de toda belleza y deseo, de toda
hambre, pero observa ese frío,
observa esa memoria del calor,
el desamparo de tropezarse,

caer sobre el vientre, echar
roja la sangre, oscura por la carne
destrozada dentro, en el pasillo
de cerámica, en pleno invierno.
Observa la justicia del mundo,

entera, sobre el cuerpo de esa
que quiso -aún quiere- ser tu gata blanca.
Despierta, lúcida, absoluta-
mente doliente: su cola enrojecida,
toda mojada, como un dedo índice

que, milagro de agonía, apunta
hacia abajo.


2

No hay jerarquía del ser. Se mueve,
asume su espacio a saltos, asume
la cacería y la muerte de su presa,
el antiguo deber de la sangre
en la garganta muda.

Más allá de todo,
los ojos grandes del tiempo por encima,
la plena libertad de la justicia, sin
palabras, sin especulación, sin
la mínima necesidad.

Pura labor de limpieza,
horizonte impecable y libre de cuatro mil
años de códigos sucios y pobres.
Pura fortuna y prístina los trozos
de vísceras y el ahogo.

La voz ganada al fin
por el ser que se oculta, todo lo audible
un gemido ahora sin sentido alguno;
el don del mundo en todo su deslumbre,
sin remedio, sin pausa.

Es la muerte, sólo.
Mayor ceremonia que esta larga,
punzante dolencia, sería una estupidez,
sería inventar cosas que no existen.
Sería poesía.


3

Pero, Ximena, usted no se vació. Sólo
se llenó de su dolor, malamente
aconsejada por toda esta asquerosa
humanidad. Irnos es lo difícil,
ni imagina las estupideces,
el teatro patético, después.

Podría haber sido usted
la gata blanca. Al menos
se habría olvidado de hacernos
pagar, a todos, tan caro. Yo,
ahora mismo, pagando
con poesía, en vez de guardar
el silencio digno.

Quería entregarle una palabra
justa, la que le mostré dos meses
antes. Y poner su nombre
a algún lado de esa otra voz,
señalar la fe en el nombre
único, la fe en lo coherente
de la voz y la idea.

Sin sonidos sueltos. Pero eso
también era pagar. Da asco,
¿no? La poesía fue esa infección,
ese traslado entre hospitales,
la poesía fue esa criatura inmunda
que nadie pudo advertir.

Así que tan valientes con la palabra,
con esa religión y ese deseo, esa
expresión del cuerpo y el espíritu,
y todo termina aquí. Da asco comer,
dan asco todos esos papeles escritos,
y los otros, los manchados

en la canasta junto a la puerta.
Esos sí que deberían haber estado
en el centro del campo
de batalla. Sangre, orina, bilis,
restos de comida, vómito.
Pero eso, eso escrito...

No existe verdad alguna
acá. La palabra ha sido hace tiempo
despojada, emancipada
de su fidelidad a las cosas.
Todo es ya pura y triste
posibilidad.


4

Así que estoy escribiendo
como el ordinario, ese de la rosa,
falta que hable de esa vida
que viene después. Eso terrible,
eso inmortal... Pero está ese cuento
de cuando el Salvador despertó
a su primo. Y algo falta ahí,
escucha: Despiértate, imbécil:
mira lo que puedo hacer
contigo. Yo soy la resurrección,
¿y tú qué? Galilea desde el aire,
ayer, hoy, un pucho aplastado
sobre un plato con arena;
y el esplendor de Roma con olor
a podrido. Da lo mismo la época.
La belleza, la grandeza humana
agachan el moño fácil. Ni Rilke
ni el otro ordinario -el que pedía
más luz- llegaron al tono
adecuado. Por eso, por eso
precisamente, no por otra cosa,
Plaza Echaurren.


5

Así que la vida eterna, y compartimos
la verdad trascendente a partir
de la fe, y muerte, dónde está
tu victoria... Débiles mentales,
ancianos ridículos, ensuciando
las esquinas, ¿qué ven aquí?
Asómense:

La nada que no alcanza
a ser nada, colmada de gente
arrastrada como paladas informes
de carne y trapos todos los días,
todo el año. Mira este paisaje, Ennio,
transfíguralo en algo que no huela
a podrido y a fecas,

todos esos sirios
muertos por gloria de quién sabe
quién, los siervos de la minería
llenos la cabeza y los pulmones de plomo,
y esos despatriados con el sudor frío
cubierto de pulpos y algas, aún
con el mismo olor

de la sed, el hambre,
la arena sucia pegada a la piel
quebrada como de una rata seca.
¿Defenderlos de qué, heroicos
campeones del inconculcable derecho,
hablar de ellos para qué, si ya
sus nombres se escaparon de la carne?
¿Qué canción, qué

poema, qué humilde
relato en cien palabras da tu medida,
inmortalidad de basureros, mierdal
de los salvados? Ya lo intuyó la Fe:
corderos, descuerados y sin tripas,
dispuestos al sacrificio. Pero
hago trampa.

Tú lo sabes,
Ximena. Yo lo sé. Hacemos
poesía. Sabemos cuándo huele
a cuerpos muertos, y no a letra
muerta. Cuándo la náusea es
por lo que se come. Cuándo

por lo que se deja de tragar.


6

La fe del humilde.
La entera ausencia de razón.
El entero deslumbre del otro mundo en éste.

Pero creo en el asco.
Y si yo hablase en la más exquisita
de las lenguas, y no tengo asco
-no comer, no poder dormir, respirar
apenas, la náusea-, entonces nada soy; y si
fuese muerto en hoguera en testimonio
de la comunidad, y no tuviese asco,
entonces nada soy.

No hay dios.

Y es la vida nueva, la del enfermo,
como Juan de la Cruz, ardiendo ante aquello que es
y existe y se siente: es el asco
y no da tregua alguna a los pulmones
ni a las tripas.
Es real. Duele.

Nunca hizo falta filosofía, poesía,
libro alguno para explicar esto,
este asco.


7

En torno a la basura se crea
lo limpio. Crece la basura.
Crece en torno lo limpio, la catedral,
las murallas, el techo con calados.
Crece la basura. Crece la ciudad.
No se respira sino la peste, se recibe,
se deja de recibir, se recibe de nuevo.
La vieja base rítmica del arte:
respirar, dejar de respirar, infectarse
expulsar la infección, infectarse.
El pulso no cesa, se mantiene
idéntico a sí mismo, pero crece
la basura, crece lo limpio en torno.
Crece la ciudad.


8

La tradición de la comedia:
enanos, viejas feas, retrasados,
monstruos, músicos borrachos,
maricas, hércules, ciegos, mudos,
mostrar el culo, las tetas, doctores,
policías, políticos, madera y tela,
cobrar la entrada, aplastar a los ratones
entre las butacas de los teatros de tercera
con la suela del zapato. Silbar.

Aplausos.
Se acaba la poesía.



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