lunes, noviembre 26, 2007

SIN PERDER DE VISTA

-arte menor-


I.


Se quema esta ciudad

con fuego oscuro. Acá

-fuera de casa- espero

una ligera seña. Quebrada

la niebla de hoy, fulge

el frío esplendor de tus ojos

y veo que no hay error

en esto: se quema con oscuro

fuego la ciudad, hoy, y

nosotros, los de pupilas vivas

nos hallamos de pronto

en medio de una gran mirada

muerta.



II.


Hemos decidido, a veces

parece que hemos decidido.

Se nos da sólo el mundo que hemos

armado, viga tras viga, dúctil

materia amasada que firme

se seca y nos guarda de la historia

que nos hizo de piedra

los huesos. Parece que hemos

decidido. Pero el aire

tiene este carácter final,

nublado, vacilante. El día

es una fiesta. Enmascarados y ebrios,

podremos olvidarnos de éstas,

las casas rumorosas. Dama callada

en esa ficción tibia, acercarás

a esta fría calle las venas firmes

de tu cuello, la clara tierra suave

de los pies a los hombros, extendida,

toda, bajo la brisa alegre

de la demolición.



III.


Tu cara sí, con máscara.

De espaldas a la lírica,

al sonido, cortando la garúa

a danza y gesto, oculta

bajo el propio cuerpo, el semblante, la piel;

de piel, así, la máscara, ansiosa, ansiosos, tú

y yo en este decir sin

decir, callar

hablando.



IV.


Él no es para siempre. Yo tampoco,

ni tú: ni pisadas hacemos que den

eco –ese eco que amamos,

sutil engaño que curva las frentes

ante el tiempo. Somos arena.

Si luz, es la luz que refleja este sol

y se cuela por las hojas del parque: no

existimos, en verdad, sino

en este esplendor frío de los ojos, este

preciso instante, en que él

ya no es, en que somos

los dos, este segundo fugaz en que

nos ven, nos distinguen, nos llaman.



V.


Nada es quietud. El cimiento es

un sueño, la ventana

sin cristal, el techo estrellas.

Abierto el aire, olvidada

toda falacia de edificar, tú sabes

cómo se repite y divaga todo;

distancia, vaivén, la navegación,

el gesto tenso del piloto

ante el viento del

Norte, el mar,

la deriva.



VI.


Sabes también lo inútil

de esto. La palabra no es

digna. No se ve dibujada

en el oscuro y denso aire

de la noche que habitamos.

Es un vacío en un vacío. Parece

dicha ante nadie, ejercicio

de gesto. Cuando tu cuerpo,

firme y breve, salga

de la santa niebla del hogar,

haz que se arrope con el manto

de este sol entre líneas,

hágase real esta falacia vana, esta

lírica.



VII.


Acaso te pierdas. Acaso supongas

que es otra ésta que eres, acaso

ni veas, ni escuches. De todas formas,

se cumple un rito viejo:

de aquéllos con flores, manos

dadas, de esta amada tierra sobre

la cara, cubriéndonos de las pupilas muertas

de los otros, formándonos firmes

frente a ellos, como de yeso

memorial,

indiferentes.



VIII.


La santa niebla, la piedra

blanca, firme y constante

el gesto. Ya instruidos cortamos

este orden. Luego llega

la aurora, y sin movernos,

de frente, fijos, la abismal

luna doble del abrazo

haga vivir este aire

sin murallas a cada paso

de lo Oscuro. Somos la vida

en este mar de efigies. Y efigies

muertas somos, en la

hora

muda.




Santiago, 25 de Noviembre, 2007.

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