jueves, noviembre 15, 2007

PEQUEÑA CANCIÓN REALISTA


Las manos toman, las manos dejan

caer cosas, para que otras manos

las tomen. En el vago aire pálido,

las cosas se desplazan bajo el imperio

de los dedos, la suave curvatura de las palmas;

ya que impotentes y quietas las cosas

sienten las cadenas del mundo y envejecen

cuando se les olvida. Eso es todo.

En los pasillos llenos de estatuas

marmóreas, bajo la fe incorruptible

de las leyes, los pobres hombres

viejos y encorvados suponen que hay

fantasmas, y que las cosas andan, y que acatan

las manos misteriosas órdenes. Y que todo

se mueve según el leve vals

que desde los parlantes de los edificios

canta, suave. Pero del lado de acá,

en que la primavera aún no detiene

el viento helado, y ese par de ebrios

se aprestan a morir a cuchilladas

apenas salgan del bar, las manos,

por inercia, hastiadas toman cosas,

las dejan caer, y otras manos las toman,

para alguna vez dejarlas caer

también. Llega el momento en que caen

las manos; y son cosas. Son tomadas,

y en un rincón oscuro, alguien hace

quizás qué cosas con ellas.

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