A F.
Amor mío, se ríen de un extremo
al otro del festejo por el maloliente tinte
que en la cara me has
dejado; no entenderán jamás la pureza
del sacrificio cuando en cada una
de las vértebras el amor hace hiato,
e imposible me erijo buscando de nuevo la caricia
que quema. Pero ya no, ahora
sólo vas a salones oscuros de nobles
pervertidos, en que tus sueños de matar
y morir se cumplen con espanto y risotadas,
risotadas y de nuevo espanto. Te cansó
el hambre cotidiana, el buscarnos mutua-
mente entre la pila de huesudos
enanos, ese sexo de muchos que era al fin
nuestro amor, esa baja
traición a nosotros mismos y al mentiroso
mundo. Me has dejado soñando
con animales rojos noches
enteras, en una densa, acuosa química yo,
hundida y acabada. Ésta será la última vez
que te recuerde. Al morir, seré
tu muerte, y aún el tinte hediondo, barato
de la pintura payasesca bendecirá mis restos
frente a la noche inútil.
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