Para los pocos que pudimos
conocer Cian (autoed., 2012) de Fernando Ortega (Viña del Mar, 1983), la
aparición de Magenta (Santiago: Libros del Pez Espiral, 2014) es una
buena noticia, tanto al situar una escritura llena de riesgos en un circuito de
lectura más expuesto, como porque, de algún modo, esta nueva unidad obligaba a
ampliar los desarrollos del primer poemario. Allí ya se veía una voluntad
abierta a desnaturalizar poéticamente la experiencia de la percepción, poniendo
en una difícil estacada no sólo al arte como posibilidad de representación,
sino al mismo autor como “demiurgo” de algo ya indefinible.
Magenta entrega la muestra
amplia de registros poéticos que, siendo distintos, confluyen en su voluntad de
síntesis y en la situación de radical despojo de la poesía como posibilidad de
belleza. El libro se inicia con poemas de transparente evocación personal, en
que Ortega parece hacer genealogía de la especial distancia que debe expresar
con la realidad. La fría decisión del funcionario del cementerio y la búsqueda
del hablante en los videos de Arrau de youtube, respectivamente, en los textos
iniciales, tienen en común el especial trato con la muerte que puede abrir un
enfrentamiento seco con la realidad, en plena conciencia de que la aparición o
desaparición de entes en el mundo deja de ser algo personal para pasar a ser un
tema de observación investigativa. El ajuste de cuentas con la poesía lírica
difícilmente se puede expresar de modo más nítido.
Ver la experiencia propia con
este desasimiento entrega pronto las señas de un nihilismo que bien aspectado
técnicamente puede ser poderoso y sugerente:
Intento agarrarlas
como quien se saca una
espina de tuna
pero en mi torpeza
las mato.
Pronto, otras hormigas
ocupan
el lugar de las muertas
caminan lento entre mis
dedos.
No importa qué tan fuerte
las mire.
Sin embargo, varios textos de
carácter experiencial parecen caer en una excesiva sequedad que los neutraliza,
dejándolos sin efecto estético alguno. La habilidad de Ortega para síntesis
poéticas breves y efectivas puede llegar a excesos en este plano que no parecen
corresponder a lo mejor del libro.
Tal como en Cian, el punto
fuerte de este libro es la crítica poética a la realidad aparente. Heredero, en
este sentido, de Juan Luis Martínez, Ortega entrega textos de real poder
inquietante, como Límites de migración específica o Tao, ya
presentes en el libro anterior. El último de los textos nombrados sabe
revelarse como una suerte de umbral de arte poética, asumiendo el riesgo de
despojo que supone la permanente y asumida duda sobre lo percibido:
Los poetas chinos podían
hablar de la nieve
con la propiedad de un
habitante de la nieve.
Solían cantar en ella;
imponerle colores.
Cómo llegar a la nieve
desde mi cómoda habitación
si acaso pensar sirve, si
el blanco sirve
y entonces cae el sendero.
Piedras que bordean el
arroyo,
el sopor intimidado por su
ruido fresco.
-Pero de qué nieve estamos
hablando-
me dice un chino, tendido
sobre un peñasco
y vemos el pasar del agua
un día entero.
Piensa en un cuadrado blanco.
No es exageración, en este
sentido, asumir una pulsión mística en la mejor escritura de Ortega, tal como
se desprende de poéticas con análogos saltos al vacío estético -piénsese en
Gonzalo Millán, por ejemplo. Desde esta pulsión resultan naturales ciertos
rasgos de ironía que el autor sabe manejar con propiedad, sin caer en el ingenio
de estirpe parriana, ya tan aprendido por el oído educado literariamente en
nuestro país que hasta asombra verlo aparecer impunemente.
Si sumamos el manejo de
tonos precisos y sin impostación, se puede plantear a Ortega como uno de los
autores jóvenes de más proyección en un escenario poético nacional que parece a
la espera de alguna sorpresa trascendente e imposible -como un adicto en fase
terminal ya casi incapaz de reconocer escrituras realizadas. Con mayor
motivo, además, corresponde felicitar a Libros del Pez Espiral, que en poco
tiempo ha ido armando uno de los catálogos más desafiantes en el universo de
las editoriales independientes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario