Tomás Hirsch
La ministra Jiménez estaba participando de un diálogo. Su diálogo era como el de todo el gobierno, es decir Monólogo.
Una joven le quiso hablar y recibió su displicente silencio; la joven reaccionó y la mojó.
La ministra Jiménez ha demostrado ser una ministra de hierro, tal como la califica la prensa. Y como el Hierro, la Señora Ministra con el agua se oxida.
Muy penosa la reacción del gobierno y de los parlamentarios. Deberían aprovechar para reflexionar en vez de dedicarse a cerrar filas en actos de desagravio.
Hacen mal las cosas, no respetan los derechos humanos, hacen negocios con la educación y cualquier cosa los saca de quicio reaccionando con histeria y con violencia.
Hacen mal las cosas; comprando discursos y micrófonos se declaran víctimas.
Están en alerta, porque les ha caído agua. No importa si a los estudiantes les han caído palos. Si a los mapuches les han caído balas. Si a los ancianos les ha caído miseria. No importa si a los Tocopillanos se les han caído las casas. Si a los trabajadores les han caído los salarios. Porque a la Señora Ministra le ha caído agua.
Lo de la joven Música es un caso más de como se comporta este gobierno con los más débiles. Es una pena que la Presidenta se rodee de ministros que se instalan como los dueños de la verdad y la democracia.
Yo entiendo que tengan el complejo del autoritarismo para demostrarle a la derecha que pueden aplacar la explosión social. Mal que mal, esas manifestaciones de profundo malestar son por los negocios que ellos han hecho juntos.
Por una vez hubiera querido ver a la Presidenta aplicando su olvidado gobierno ciudadano. Me habría gustado escucharla diciendo: vamos a escuchar a esta joven, que algo nos quiere decir. Me hubiera gustado verla abriéndole las puertas de La Moneda y no cerrándole las puertas de su colegio.
Me gustaría ver que se retrocediera con todas las medidas que se han tomado contra Música; que se la escuchara a ella y a los estudiantes, que se acepte que hay algo torcido en esta ley de educación, que por un minuto se acepte la posibilidad de que la sociedad entera que protesta, no es incompetente. Que la incompetencia está más cerca de los que se dicen expertos y han llevado el sistema de educación al fracaso.
Un poquito de humildad, otro poquito de buen humor, algo de empatía con los gobernados; al fin de cuentas se supone que somos el soberano y no los súbditos.
Cada día es más evidente que el sistema económico y político hace agua por todos lados y un gran cambio se hace necesario. No abrir la participación es encerrar a la población en una camisa de fuerza, y cuando se fuerzan las cosas, se produce todo lo contrario.
Por mi parte solidarizo con la estudiante y repudio todas las actitudes de venganza que han caído sobre su desesperado gesto.
17 de Julio de 2008.-
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