martes, octubre 16, 2007

SAULO


Desde la colina de Poseidón, se ve

a las gentes aglomerarse. No puede ser

más bello el día. Por eso es que en el aire,

en cada faz el evidente mandato del Amor.

Cada piel lo pronuncia, cada leve

pliegue de las ropas. Acá algo para las caderas

de la bella Priscila: si toda la fe, de modo

que traspase los montes, y no tengo amor,

no soy nada. La tinta se seca bajo el sol.

En verdad, es un grande y bello día,

resuena en él el eco del final

del tiempo. Aquila tendrá el mejor

de los vinos, y el alma se levantará

a cada trinchadura de las carnes. Y la

música, la música hará esplender

todo el Azul. Y si entregase mi cuerpo

para ser quemado, sin amor

de nada sirve. Y si hay tiempo,

si equivocados estuviésemos y hay

tiempo más allá de los días que vienen,

no podrán, nunca entenderán

esta elevación del alma, este fulgor. Claro,

cuando venga lo perfecto, lo que está en parte

será quitado. Ese pequeño pillastre

ya debe estar llegando, con toda la madera

que hace falta. Que caiga encima

de mi cabeza todo este amplio estío, si mañana

queda un solo muro en pie

de esta ciudad bellísima.


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