SAULO
Desde la colina de Poseidón, se ve
a las gentes aglomerarse. No puede ser
más bello el día. Por eso es que en el aire,
en cada faz el evidente mandato del Amor.
Cada piel lo pronuncia, cada leve
pliegue de las ropas. Acá algo para las caderas
de la bella Priscila: si toda la fe, de modo
que traspase los montes, y no tengo amor,
no soy nada. La tinta se seca bajo el sol.
En verdad, es un grande y bello día,
resuena en él el eco del final
del tiempo. Aquila tendrá el mejor
de los vinos, y el alma se levantará
a cada trinchadura de las carnes. Y la
música, la música hará esplender
todo el Azul. Y si entregase mi cuerpo
para ser quemado, sin amor
de nada sirve. Y si hay tiempo,
si equivocados estuviésemos y hay
tiempo más allá de los días que vienen,
no podrán, nunca entenderán
esta elevación del alma, este fulgor. Claro,
cuando venga lo perfecto, lo que está en parte
será quitado. Ese pequeño pillastre
ya debe estar llegando, con toda la madera
que hace falta. Que caiga encima
de mi cabeza todo este amplio estío, si mañana
queda un solo muro en pie
de esta ciudad bellísima.
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