Usted sale a la calle y con qué se encuentra?
a) la gente culta: conservadores y recreadores de toda la maravilla de la cultura occidental. Los alemanes, claro, y los ingleses, por cierto, y la bella cultura clásica –como clásica, no en su bella y ligera fluidez mediterránea.
b) las jaurías juveniles: al carajo con todo y nada detrás de ellos. Toda una generación de genios creada y criada por funcionarios y editores ansiosos de novedad –siempre ha sido muy vistoso eso, no?
c) los performancistas y similares: es evidente que la poesía como tal debe ser sobrepasada. Quédese uno con la vieja disciplina, que ellos saben mejor que uno pa’ qué lado sopla el viento.
d) los compañeros en la lucha: exigiendo el compromiso porque es el deber!
Increíble pero cierto, todos están en la verdad –esa chica díscola que en los últimos 40 años se acuesta con todos. ¿Le van a pedir a usted que elija? Y bien:
yo no elijo. Venga Heidegger, venga Guillén, venga la lúcida deconstrucción de los jóvenes salvajes de Santiago, venga la total erosión de la palabra por la luz o la pura vocalidad. Pero sin elegir: yo me quedo con mi barbarie. Gene Vincent, Yardbirds, Celentano, Leo Dan, Charly, denme horas y horas de música de la que se toca en las radios. Usted cree que la cultura occidental y cristiana todavía vive? Supone que los sueños de Voltaire, Rousseau y todos esos hermosos viejos cascarrabias sirven de algo en esta época final? Cree aún en el ensueño de Recabarren o Mayakovski, dos brillantes suicidas que suponían que el ser humano servía para algo? Me da un carajo, señores.
Toda esa colección se ha hecho una gran biblioteca. Mohosa, sucia. Se acabó todo esto, ya no da para más. Así que déjenme –a mí- con mi barbarie. Por lo menos intento que la pasen bien –créanme que es mi preocupación inicial. Hay gente a contrata que hace cosas para su particular gusto, y usted puede pagar por ello. Déle, maestro.
La poesía debería hacerse hermana de la canción de radio, usando y abusando de toda la vieja biblioteca y usando y abusando de las nuevas genialidades y salvajismos de esta época final. No hay tiempo para exquisiteces. Déjenme aullar con Gene Vincent. Mire no más a Lennon gritando rabia, al Presidente Chávez revelando el disfraz de la Gran Política, a los muchachos hiphoperos cada vez más lúcidos, más biensonantes. Por supuesto, todo eso es poco serio. Y qué va.
A mí me encuentran en el bar de siempre. Vivo de los negocios que invento y hago en ese bar: es un lugar notable, ahora hay un cubano tocando jazz en trompeta y es como estar en el cielo –la cerveza acá sabe a sangre de Dios. Hago mi pega, y pienso así antes de otra cosa: después empiezo a pensar en América Libre, la Dama Poesía, la Vanguardia, y todas esas otras cosas que amo porque están en mí. La gente que vive en oficinas no me entiende, y la gente que se desvive por vivir en oficinas tampoco. Menos el burgués, ese experimento que la humanidad hizo durante 700 años y que salió mal, y ojalá se acabe alguna vez. Me imagino que hay otra gente que sí me entenderá.
Si no, para que pondría poesía en mi blog?
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