domingo, octubre 12, 2008

PARÁBOLA DE LA VERDAD


Una casa de espejos: ya nadie

viene. Nada es tan fiel como esta sombra,

saltando de uno a otro espejo –la luz

de las grietas de la casucha se cuela sólo

para crear esta burlona tiniebla: no deja ver

el suelo sin barrer, el vaso plástico

que ya hace años duerme y se deshace

en una nada diez veces repetida.

La existencia más allá de los muros se ha es ya

una pura fantasía: podría haber festines

o matanzas, y el cristal de estos paneles

mentirosos seguirá como imperturbable, torciendo

el infinito entre penumbras. Ni una música

de la maravillada clientela, de los que de sí

mismos salieron en la preciosa vagancia

de los domingos. Nadie hace la ansiosa

especulación intelectual sobre los espejos:

las arañas, infinitud de ácaros, las

ratas, no tienen afanes mayores que el hambre

eterna, la enfermiza caza a oscuras. Es

inmortal –hoy- esta casa de espejos. En el más fatal

exceso de reflejo, a sí misma se encuentra

cada día. La luz se va por las rendijas

de occidente. Todo queda a oscuras.

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