viernes, febrero 12, 2016

POEMA DE LA ESCALERA, de Marina Tzvetayeva -traducción de Carlos Henrickson

Con algunas variaciones, corresponde al texto ya publicado en Pensar y Poetizar, nº 12 (revista del Instituto de Arte de la Universidad Católica de Valparaíso), año 2015. 










La breve caricia
En la escalera tremante.
La breve pintada

De color en la cara.
Y breve el cuento:
Ni adiós, ni buenos días.

La breve agarrada
En la escalera vacilante,
En la escalera que ya cae.

En la casa sin sueño de noche,
¡Las escaleras son la cascada

Al infierno...
       Entre coles podridas!
Como si sólo se bajara aquí

Como si más (¡vivir, ah, arder!)
Las despedidas que los encuentros.
 
Como al llegar a los rosados labios
A veces olvidamos dar el hola,
Y al dejar el tacto de esa boca
Quién -¡cómo!- olvidaría el adiós.

La muy breve burla
En la escalera sensible,
En la escalera sentida,

De culpable a culpable
En la escalera urgida:
El pan tierno de cada día.

¿Conoces el sermón
De estos lugares?
El que no trabaja
No come.

¡Y está todo tan caro!
Es ingenioso el ayuno...
Mañana se puede dormir,
Hoy día hay que comer.

En las apreturas de la vida
El principesco principio:
Mañana se podrá tener
Lo que hoy día cedes.

¡La explosión del gas
Está a punto!
Quien antes se rindiera,
¡Ahora de vuelta

Les va a pegar!
Los dientes ya muestra el gas:
¡Les dará (como una fiera)
De vuelta! (el diablo, no Marx).

El basurero, así
Le llaman a esto: mierda.
Acá hasta la escalera
De servicio tiene un tapiz.

(Aunque bien de medio pelo,
En verdad...) ¿Eso? Ajo, gatos...
Miren, hasta la escalera
De servicio tiene su Coty.

¡Pues tienen sus placeres
Los gusanos del encierro!
Se sabe desde siempre:
Los ajos en la azotea

Son buena medicina...
Y ésta es mi venganza:
De esta oscura escalera
Tragarme las tinieblas.

Para el juglar, el terrorista y el ladrón,
La terraza es el gran enemigo.

La breve empujada
En la escalera pellizcante,
En la escalera enlodante,
Sumas un violín y una colina:
Este es un real cerro de notas.
¡Vaya que arde este horno!

Una breve retada
En la escalera golpeada,
En la escalera vendada.

Le damos hasta ver estrellas,
Así le pegamos –pero de mentira.
¡Y se las cobran con nosotros!
¡Sigámosle dando a ésta,

Y a los abrazos con el patrón!
Por la escalera goteante,
Por la escalera endeble,

Se apura el portafolio,
Se apura la gorra,
Se apura el violín.

- ¡Ah, si sólo dormir, dormir!
¡Estoy comida, podrida, molida!
Se apuran los faldones,
Se apuran los faldones,
Se apuran las falditas.

¡Qué tumulto, qué escándalo...!
¡Son carreras! ¿Y hay premio?
Todo es confusión: ¿adónde:
Hacia arriba, hacia abajo?

Y cada piso echa sus toses
En línea directa:
Y esta nuestra
Escalera tiene bajos,

Las fuertes que sacan lágrimas,
Y las que hacen ij-ij-ij-ij:
También esta, nuestra
Escalera tiene agudos.

- ¡Deberías hacerte ver!
- ¡Una estaca en el pecho!
En toda la escala de toses,
Desde el sótano hasta

El tejado, dejan caer,
Casi todos, un guiso:
Como el sermón de Marx
En tono de Stravinskii.

La breve cantata
De la escalera escupida:
Los votos de los de abajo.

Y no agasajo, sino gargajo
A los escalones del pulmón
Maltrecho -¡apúntale!

¡Ágiles picotazos,
Cacareando de rabia!
¡Miren qué obreros!

Cualquier cosa que eches,
Todo y sin detenerse,
Comen hasta saciarse.
Todo se lo tragan.

Es una mesa como de casa:
Comemos, nos sirven.
Pues en esta, nuestra
Escalera se come a la carta.

¡Y para todas las dietas!
Y hay un tanque de hervir,
Pues en esta, nuestra
Escalera hay un Franzensbad.

¡El sueño de Jacob!
¡Dichosos los patriarcas!
¡Todo el espectro de aromas
Desde el sótano hasta

El tejado: cocinan!
¡Re-mi-fa-sol-si!
¡Una escala de olores
Para taparse la nariz!

Como si en el infierno metida
La espiral ardiente como una tuerca,

Esta viruta de hierro.
¿Cuánta pila
De pies la escalera ha arrojado?

La última carga de secar
La última carga de carbón,
La última carga que limpiar.

La última maquinaria
De dos –puros huesos, trapos-
Piernas, por la escalera vacilante.

El último portafolio,
La última gorra,
El último violín.

Silencio. Hasta la tos
Se extinguió, seca.
Pues esta nuestra
Escalera tiene su hora

De silencio...

La última carrera
En la escalera temblante.
El último maullido.

La sombra barre con todo,
Con la mugre y nosotros.
Pues esta nuestra
Escalera tiene su hora

De limpieza...

¡Y de dónde -¡anda a saber!-
Esa última palangana
-Un Rin desde los Alpes-
De agua al asfalto

De la calle...!

Sobre el patio sus dibujos:
Allí la cruz, allá el racimo...
Hasta esta escalera
De servicio tiene su mapa astral.


*


¿Cómo expresar la noche?
La noche es la confesión de las cosas.
La noche exige franqueza,
¡Y la cosa quiere expresarse,

Entera! Mucho se ha humillado
Ya a todo, enteramente, hasta
A lo inmóvil. En ataque de elocuencia,
Erguirse quiere la cosa.

¿Crees que esta tuerca
-La escalera- al muro se fija?
La noche es hora de oración,
Y esta tuerca quiere alzarse.

La altura ha sido cosa fiel,
Y se les debe respeto a las cosas.
A la mentira veo: se va desviando
De a... poco su... línea.... recta.

Y el patio solo un montón de hoyos,
-¡Casi un año sin limpiarse!-
Con flores y con huertos
El patio sueña: con los suburbios.

La cosa olvida la cortesía:
- ¡Tiza soy! ¡Hierro soy!
¡No nos convertiremos!
Judíos que sueltan sus trenzas,

El clavo, la baldosa, la viruta:
La cosa se ha sentido las entrañas.
Contra su parodia de oficios
Lucha el poder de su tierra primera.

El cristal, desde el macizo estante:
- ¡Are... na soy! - ¡En mil pedazos!
¡La bofetada de los elementos!
¡El cristal hecho arena pura!

¡Fuera lo mentiroso, lo quebrado!
El jer... gón: ¡paja soy!
El col... chón: ¡hojas soy!
Todos a coro: ¡naturaleza!

La hora huele a bombas.
¡Puro lino era la cuer... da!
El fuego sobre el carbón:
- ¡Dios fui, y dios he de ser!

¿Qué pasó con mis llaves?
- ¡Caído Dios, heme yo aquí!
Para decirlo de una vez:
La cosa quiere su salud.

*

Nosotros con oficios, con industrias,
¿Qué hicimos del paraíso regalado?
¿De ese primer cuchillo, del bastón?
¿Qué hicimos con nuestro primer día?

La cosa, como mujer, creía en nosotros.
Y claro, poco nos parecieron la madera
Y el hierro, -¡pesa, rompe, deshace!-
¡Y quisimos tener tablas, clavos,

Astillas, baratijas consumibles!
¿Y cuánto más, tras ese primer paso?
¿De un planeta pleno de divinidad
Hicimos este montón insulso de cosas?

¡Nosotros, con nuestros oficios y artes,
Estiramos en el lecho de Procusto
A la cosa...! Encerrada espera su fin
La cosa, en el mecánico lecho infernal.

La gloria anunciaban los ríos,
El peñasco confirmaba la gloria.
¿Al más animado de los mundos
Qué ha podido dar el hombre?

¡Es que debía él, este visible
Espíritu, este dios doliente,
Al objeto imaginar sin alma...!
¡Ah la más infame calumnia!

Ustedes con sus objetos, sus conceptos,
Con el hierro (más barato que el platino),
Con el diamante (más digno que el pedernal)
(¡Y ese jabonero, más necesario que yo!),

Con lo “inconmovible” y lo “inamovible”,
Que en el peldaño más bajo de todos,
En este moho, en esta penumbra,
Han metido a la idea y al canto

(¡Y por esto siempre estallaremos!),
¿Qué hicisteis con la igualdad primera
De la cosa -en todo lugar y toda
Circunstancia- consigo misma?

Al árbol, que confió en los estruendos
De la insolente hacha y la molesta sierra,
Tendida su mano con la manzana,
El hombre derribó.

Al monte que abrió sus minerales
Ocultos (lo que llaman “metal”),
Y fuerte decretó su milagro,
El hombre excavó.

Ya ilustrada por esta acogida, la cosa
Responderá a la mierda con mierda.
La mesa siempre se mostró como tronco.
¿Se quebró la silla? No, está alzando una rama.

¿Eso que se oye en sus jaulas lacadas,
Es el rumor de los abuelos?
No: para ver las estrellas en la noche,
Entre las tablas se yergue el nogal.

Y te despiertas, como por un disparo.
¿El armario se ha roto? No, la cosa
Revela su carácter. ¡Es fiesta de sirvientes!
¿Estalló el gas? ¡No, se soltó el diablo!

Justo a tiempo se pudren las barandas.
No fue eso una “bala loca”: sucede
Que una armada voluntad vigila.
A propósito fue aquél muerto

Por la cosa, en su indignación persistente.
Al vacío no vuela desde la construcción
La piedra: ¡siempre es lo mismo:
La piedra exige cabezas!

Se venga la roca. ¡Y estos andamios
Son la venganza del bosque! ¿Este telón
De fondo está hecho de...? ¡Roble y damasco!
¡Hay que asegurar la cabeza!

Y todo se asegura -hasta el cedacito
De lata. ¿Así que tú eres la caña
Pensante? - Aunque fueras un taco
de billar: ¿seguro contra los elementos?

Contra Hefesto -con todo lo que guarde-
La casa, y el yate contra Poseidón.
Tómenle el peso, el sentido a esto:
Es un seguro contra divinidades.

¿Contra Hefesto? Esa agujita en el techo,
¿Contra Hefesto? ¡Véanla no más!
¡Pero callados! Todos a su hora
Contra Zeus aseguran su hogar.

Todavía claman: ¡no hay socorro!
Quizá sean perversos los dioses,
Una sobre cada -¿cómo decir esto?-
Cada hogar: antenas “para-dioses”

Bahías, yates, negocios, camisas,
Sólo una cosa no se asegura:
Contra la propiedad, en sí misma.
El fuego, nuestro seguro contra las cosas.

*

Las cosas de los pobres. ¿Acaso esta estera
Es una cosa? ¿Y es una cosa esta tabla?
Las cosas de los pobres son de piel y huesos,
Sin nada de carne, con solo tristeza.

¿De dónde las sacaron? Parecen como de lejos,
Desde abismos -¡no te fuerces los ojos!
¡Las cosas de los pobres, como si arrancadas,
Sacadas, extirpadas del pecho!

¿El anaquel? Casualidad. ¿La percha? Un azar.
También puro azar este espectro de sillón.
¿Son cosas realmente las ramas, las espinas,
Toda madera de un solo día de otoño?

El apocado mobiliario de la miseria.
Todo cuartos y tercios (¿y de qué?).
Cosa, estás desde hace mucho en el cielo.
Hasta dolor causa mirarte.

Ante ti la vista del pecador,
Como ante llagas, no puede desviarse.
Una silla vienesa... ¿está Viena ahí?
¿Quién, cuándo...? ¡Esa porquería!

Con lo mejor que hay aquí, deshonrada
Estaría una casa. ¿Y qué? Éste es
Vuestro desván, solo que aquí se planta
Como cosa la cosa. - Sus cejas alzadas

ante el signo ? ¿Y estos harapos de viuda?
¡Alza las cejas! (En vez de impertinentes,
Usa sus cejas!) Sabe preguntar con sus cejas
El ojo: y a veces el ojo es un objeto.

Así mismo, a veces, tan vacíos y secos,
Esos ojos de dama, grandes y honrosos,
Que -mírenlos- se parecen en espíritu
A una palangana o a una cubeta con añil.

Al igual que la palangana y el cedazo,
- ¡Sí, por el zar, hasta el día del juicio!
Todos los que se han llamado vates,
Bien han conocido ese ojo sobre ellos.

¡Los temerosos enseres de la miseria!
Cada cuchillo es conocido en persona.
Como bestias que esperan la mañana,
Están un rato aquí, y siempre más allá

De la ventana, en los eriales, en esos
Suburbios... ¿Supiste de los robos?
De la limpieza de la cosa, de su honra
Esta es señal: no entran al equipaje.

Ya que floja, agrietada,
Se descompondría a la vista:
Cien cargas y descargas
No aguanta...
Y llega el llanto...

Ya que mesa no es, sino un marido,
Un hijo. No un armario: nuestro
Armario.
Pues los corazones y las almas
No entran al equipaje.

Las cosas de los pobres son secas, malas:
Peores que el mimbre, secas como paja.
Las cosas de los pobres son sólo almas.
Por eso, arden enteras.

*

¡Arriba, arriba
Ligero humo!
¡Limpie, limpie
Codo y laca!

¿Dónde escoria?
¡Sea ceniza!
¡Laca, laca
En codo!

Recto el humo
Del suburbio.
Pega de Cam,
No de Caín.

La manga
Por la mesa.
Nuestra laca
De alquitrán.

La mesa, ya sin mierdita,
La mesa el codo encera,
Limpia la cera, agudo el codo,
Helado sudor la cera

Que usamos en las alcobas,
(¡Enceramos, no es mugre!)
Ésa, la que les deja por un rato
Tan blanco su suelo.

*

Cosas de los pobres: extraño par
De palabras. ¡Esta pareja revienta!
La cosa y la pobreza: ¡evidente disputa,
Cuando no los aparea la lengua!

¿Y a ese sacristán le importan las palabras?
Cosa, pobre. No hay relación: sólo discordia.
La desnudez busca vestidos,
Y por eso acostumbran arder así

Los desvanes –rápido y bien seguido:
¡Es nuestra hora de la capa roja!
La estrechez busca espacios
(El autor cabe en una pinza de cangrejo).

El techo, al derrumbarse, a su altura
Se ha puesto: ya tenía joroba y se llovía.
La justicia busca cadalsos:
¡Confiesa todo, o la hoguera!

Tenemos lugar, ahí está el patíbulo.
Nada de sol: sólo huele a rayos.
La palidez busca bronceado.
Y de esto se acuerda el fuego.

*

Son gemelas en la rima:
Servidumbre y lumbre.

Es salario para el fuego:
Vida que vive quemándose.

¡Siempre con esa faldita,
No friegue más, señorita!

¡Pobre y triste campesina,
Córtala con la escobilla!

Ya saciados de belleza,
Ellos con fósforos juegan.

La madre al lado de visita,
Se olvidó de la cajita

De fósforos...
                      - ¡Qué limpio
Tiene el suelo, un real espejo!
¡Y a cambio de esta eterna
Muerte, ten ya tu vida postrera!

¡Una mugre que limpia arde!
¡El hogar entero un saúco rojo!

¡Altísima, la honra salvada!
¡El hogar ya es la roja zarza!

Sus miserias y sus grandezas:
¡Miren, miren como se hunden!

¡Un paraíso sus caritas ahogadas!
¡Mírenlos, miren cómo caen!

¡Qué imponente es este horno!
¡Cómo derrite su palacete!

¡Hechas humo las nubecitas!
¡Bien sequitos los calzoncitos!
¿Esto, un cenizal? ¡Es el más fresco estero!
¿Salvarnos? ¡Si de ustedes nos salvamos!

¡Nunca más sus pies sobre estos llanos de oro!
¿A nosotros, a los salvados quieren salvar?

¡Deslumbrado ante el rojo amanecer,
Ya libera el fresno sus ramas!

¡Madura el centeno desde el pan duro!
¡El cordel de ropa ha florecido en lino!...

Y por la escalera -ardientes en sueño-
Ascienden, descienden

Arcoiris...

*

                                           - La mañana

Ha confundido las plumas:
¿Son de un ave? ¿Es la mía? Ya no la sé.
La primera hora, el primer golpe
A la puerta...  
          Duerma el poema.


Vendée, julio de 1926.




Publicado por primera vez en la revista Volia Rossii (La Voluntad de Rusia) (Praga, 1926, N° 11) bajo el título de Liestnitza (Escalera). La presente versión está de acuerdo al texto de la primera publicación.
Tzvetáyeva empezó a trabajar en el poema en París, poco después de establecerse en Francia. El primer invierno ella y su familia vivió en un barrio obrero alejado del centro. La vida de la pobreza en las áreas industriales, así como la amistad con una familia que vivía en uno de los más miserables hoteles de París, le dio a Tzvetáyeva la idea de una obra sobre los “retoños de la gran ciudad”: “Historia sobre cómo vive y trabaja la escalera de servicio”, como inicialmente se llamaba el poema.
Aunque el poema no resultó muy largo, ya que no se escribió la continuación, es complejo y de planos múltiples. Esto se explica mucho por la tensión y la compleja vida interior que Tzvetáyeva vivió en el verano de 1926, cuando sentía y soportaba de manera especialmente intensa el contraste entre el “ser” y el “vivir”. Por un lado, la “esfera celestial” de su correspondencia con Rilke y Pasternak; por el otro, la conciencia del completo desorden en el nuevo país, la inestabilidad del suelo bajo sus pies, de la amenaza de la miseria: todas estas inquietudes colman la correspondencia de Tzvetáyeva de esta época. De ahí vienen los múltiples sentidos del poema, la dificultad de su lectura, cuando el poeta intenta introducir a la fuerza en la extremadamente apretada forma una completa concepción de mundo para comprender filosóficamente lo inevitable de la pobreza de los hombres, la tragedia de su existencia. La denuncia social del Poema de la Escalera, la aguda simpatía de la poeta con los heridos por la vida -y su no menos agudo odio a los ricos, a la “grasa”, contra la que las mismas cosas se restauran-, se unen a la protesta ante la civilización en general y con la apelación romántica a la restitución de las cosas creadas por el hombre a su seno primigenio. (repr. del comentario en las Obras Completas en la edición de Ellis Lak, 1994, por Anna Saakianz y Lev Mnujin). 

Coty.- Nombre de una famosa fábrica francesa de perfumes.
Franzensbad.- Baños termales en Austria, muy conocidos en la época.
¿Así que tú eres / la caña pensante?.- Expresión acuñada por el filósofo francés Blaise Pascal (1623-1662) en su conocido aforismo: “El hombre es sólo una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante”.


Para una plena comprensión del texto, cabe señalar que la escalera de servicio se nombra en ruso como “escalera negra”.

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