jueves, agosto 14, 2014

ABRAHAM


Ya antes ocurrió esto: empuñabas
el mismo pedernal afilado, en alza
el brazo, y la voz del Sin Nombre
te dijo que no, que mejor la ofrenda
de antes, la que ya conocías.
Bellísimo ese día entre los días:
Isaac reconoció la carne inocente
del carnero; el humo olió como huele
la justicia, pura y muda plegaria tendida
en el aire. Recuerdas, sí, que esto ocurrió
ya antes: hoy ya Isaac tiene hecha
su vida y su casa; y junto a Ismael
en unos años te dejarán dormir
en la Cueva de los Profetas, y ya
no harás bulto, no repetirás
estos delirios cruentos, insanos,
de viejo agónico y senil, ahora
que tu mano se alza con el pedernal,
y ya no hay voz ni justificación
ni señales -ni la intuición siquiera.
No hay Dios, Abraham.
Y no hay paz ni fortuna ni sueño
en la noche después del brazo
que lanza el pedernal, encendido,
rugiente estrella maligna que cae
sin dudas ni pausa, fríamente
sobre el niño inmolado.

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