domingo, agosto 18, 2013

COMENTARIO SOBRE "A MANO ALZADA" DE GERMÁN CARRASCO

La impropiedad del poeta que produce crítica de otras disciplinas artísticas, opiniones políticas e, incluso, reflexiones de pura y dura coyuntura mediática, es una seña permanente de su función, no sólo dentro del medio literario chileno contemporáneo, sino, se podría decir, de la poesía moderna entera, al menos desde el momento en que por su labor propia difícilmente pudiera acreditar más validez o importancia que el más minúsculo periodista de folletín. En este sentido, ese ambiguo y siempre (¿mal-? ¿bien-?) intencionado espacio que es la “sección cultural” de los medios de comunicación de masas, resulta un compañero insoslayable para el artista, más aun para aquel que está forzado a las palabras para conseguir la validación y/o el puchero.
Germán Carrasco (Santiago, 1971) es, desde ya, uno de los poetas clave para un mínimo entendimiento cabal de la literatura de los últimos 20 años en nuestro país. En A mano alzada (Santiago: Ed. Cuarto Propio, 2013), vemos que Carrasco no sólo ha cumplido con amplitud y elegancia el viejo arte de la crónica, sino que lo hace sumando a éste un agudo sentido de crítica cultural y una gama de referencias que le demuestra como un digno hijo de su época: alguien para quien la cultura de élite y la cultura de masas (desde sus aspectos más abiertos hasta los más marginales) forman un paisaje, que por más complejo y fracturado que se presente, no está vedado ni a la sensibilidad ni a la inteligencia. No deja de ser significativo, con respecto a esto último, la permanente y radical situación de quien escribe: es uno de los procedimientos patentes el tomar en cuenta la experiencia personal, la absoluta vividez de quien desea evitar por todos los medios no ser una entelequia abstracta pendiente sobre la pantalla del mundo, sino una persona que pasea o habita en múltiples ciudades y paisajes, asentando con ello su perspectiva única, la absoluta conciencia de que el ojo observante se mantiene distinto a cualquier tipo de mirada englobante y objetiva: un Fuera de cuadro ético y estético.
Un libro con la corrección escritural como éste (en un país en que se acostumbra más bien un remedo pobre de la más humilde redacción periodística, incluso dentro de nuestros “profesionales de la literatura) y con tal amplitud de temas (que puede pasar desde la crónica netamente vivencial al inicio de la colección hasta los eruditos prólogos de volumenes de traducción del mismo autor), plantea de inmediato un problema que remite a la misma impropiedad a que aludía al inicio de este comentario: ¿qué público existe para este tipo de producción -más allá de aquel que conformamos los mismos productores? En el contenido mismo de estas crónicas coexisten permanentemente los guiños a una audiencia amplia, junto a datos muy específicos para el conocedor literario especializado, y hasta el comidillo interno del campo poético contemporáneo del país, vía alusiones bastante malintencionadas; más allá del interés para aquel que posee las claves culturales de tan vasto horizonte, es comprensible que el efecto producido en un público más amplio sea el de una sociedad de creadores en plena tensión al cual no se podría desear pertenecer, y más, al que tampoco está particularmente invitado. Este riesgo de A mano alzada, de acabar sacando su validez tan sólo desde su autoría, no es privativo de este libro; pero muy probablemente habría que reconocer un ominoso signo de la época: el dibujo del creador literario como un personaje que tiene permiso para escribir cosas incomprensibles.

En cuanto a la edición, tras una lectura completa da una inevitable sensación de descuido. La falta de las fechas de publicación es tan sólo uno de estos índices; más significativo es que al menos una cita extensa -la de Pasolini en Carabineros de Chile- no tiene indicación alguna.  

(aparecido en periódico El Desconcierto, número 13)

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