No hay tema acá para la literatura, vacíos
quedamos, su excelencia, después del iceberg,
de esta incesante, agobiadora, transacción.
Las últimas evidencias muestran que las letras
deben cumplir objetivos sociales básicos
de entretenimiento. El patrón de belleza
y verdad es cuánto nos reímos
con el nuevo artículo que escribió
esta semana, camarada. Ya ni vemos,
no nos damos ni cuenta, no oímos
las llamadas incesantes, las repartijas -la Tenencia
Alessandri hierve como perra en celo,
saltan las pepas, los papeles de merca;
como perros se huelen, se rastrean, reparten
consignas, órdenes, banderitas. Y la época no cambia
-estamos aquí mismo. La Tenencia, blanca,
se ha reconstruido tras los aviones,
el incendio, los terremotos, se luce. Pasea
la represión con aromas europeos y pasaportes
limpios -¡al fin!- de polvo y paja. No hay lugar
para la gente en la literatura -menos
el pueblo (risas) -menos la lucha
(carcajadas, botas sobre la tierra
huacha, bocinas, balizas, sirenas,
voces como las de los cerdos, clik-
claks; en el Bicentenario marchan todos,
kultrunes, diablos aymarás, Santas
Muertes bailando corridos -brindan
y abren ojos y oídos para el show):
se nos trae hasta acá, acá mismo
el pleno año glorioso de 1985 -recordad
cómo nos amaban, decir el nombre
de la patria daba escalofríos hasta en el polo; échenlos
a correr. El cuerpo cubierto de azotes,
camarada: fue el cura, el capitán,
el patrón de la hacienda, el ingeniero,
tenemos 500 años de azotes -y 100 más
si creemos en crónicas más viejas,
y si no fuera por esta piel no sobreviven,
y no alcanzaban a levantarnos los museos
de la memoria, las cercas, los portones negros,
el cemento, el horizonte bendito de la bendita
Villa Francia: al norte el descampado,
las guerras a fierro limpio, al sur
un montón de piluchos mostrando
los huesos en celuloide -¡al fin!-
restaurado para nuestros nietos,
al este montes electrificados en pos
de la paz, al oeste el sueño del mar
-un litoral cubierto de mierda y cocaína.
No hay espacio acá para la literatura,
sólo mire la santa tecnología
trayéndonos lo imposible a la visión:
200 años de romanticismo en resumen
exacto. Corren como conejos,
y disparan atrás. Allá se tropiezan, se alzan,
¡vengan!, gritan, y las armas apuntan,
rasgan la espalda de un militante,
el otro quiere heroísmos y cae,
también. Y ya no aplauden sólo
desde la platea. También la galería
aprendió a amar, desde el fondo
de su corazón, el ORDEN. La ofrenda,
profunda, de los cuerpos y las almas,
continúa intacta, conferida a los docu-
realities de acción policial; y ahí ven todos
por qué esta sangre necesaria,
solidarios con el disparo y el siguiente
disparo y el acarreo de los cuerpos y el acta
falsa del funcionario -todo para que éstos no salgan
de sus cotos naturales de caza, y que todo
quede en su regular orden. Impecables
intelectuales de izquierda explicarán
tras el show -en los mismos diarios
que hablaron del enfrentamiento-
la profundidad estética del trazo
de la bala por la carne, se burlarán
del mestizaje bárbaro que los ha entregado
a la pasión fatal y armada
de los sirvientes de la República.
Mas no nos sulfuremos. Muestre su sanidad
mental: ríase con los chistes de los nuevos
compañeros, déle la mano y haga las paces.
No nos desunamos por tonterías, camaradas:
vendemos sandwiches y cervezas a la salida del show
-nadie tiene el derecho a la melosa compasión, y menos
a la piedad. A lo más, la estética
de las manos unidas tras la muerte.
A lo más un bello y henchido discurso
que reivindique lo hermoso del gesto
para que sepamos quién de nosotros
es autor comprometido y a quién
le vamos a dejar de hablar estos próximos
cuatro años. Las romerías,
los comunicados falsos, las burlas
de los diarios: queden para la Historia
-madre de los días que vivimos.
Los hermanos Vergara están allá fuera,
y vivos, tras la puerta de este perezoso
y abismal teatro carcelario, en que usted
y yo compartimos espacios en el seno
del crítico y serio circuito cultural.
Ahora, compañero, usted que dice
que su escritura abre las puertas del futuro,
dénos su carnaval de bellas y horribles palabras
contra los empleados fiscales y nuestro Oficio.
Pero déjenos a nosotros
la noche violenta,
los balazos por la espalda,
los rostros inertes sobre el suelo,
los titulares falsos al otro día,
la bofetada,
la horrile burla
-la fatal.
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